domingo, 2 de diciembre de 2007

En el hospital

¿Cómo podía haber pasado? Soy un torpe. Solo yo podía clavarme un cuchillo en el brazo. Solo yo podía perder tanta sangre con eso. Gracias a dios había llegado pronto al hospital.

Estaba esperando a que una enfermera me trajera una silla de ruedas, pero era la sanidad pública, tendría que esperar bastante.

Entonces la vi. Su melena rizada del color del fuego se agitaba al andar. Su pálida piel que hacia un contraste perfecto con su pelo y sus carnosos labios rosados. Sus ojos de un azul tan profundo que me hacían creer que podría hundirse en ellos.

Era mi enfermera. Ella se lo había dicho. Mi…enfermera.

Ella muy amablemente, me ayudó a sentarme en la silla se ruedas. Normalmente no me gustaba que los demás me ayuden, pero esta situación era diferente. Iba a ser atendido por un ángel del fuego.

De camino a la sala, fuimos hablando, se suponía que eran cosas banales que me hicieran olvidar mi corte, pero yo hacia mucho rato que lo había olvidado.

La sala era compartida, estaba dividida en 8 partes por biombos, pero compartida. Aunque a mi eso no me contendría. El medico aun no había llegado. Y antes que yo había otros 7, ya que mi cubículo era el del final. Con suerte tendría tiempo de sobra para lo que estaba cuajándose en mi mente.

Cuando por fin ella se acercó con intención de curarme la herida, aproveche. Y haciendo como que no me daba cuenta, acaricié con el dorso de la mano el interior de aquel suave muslo.

Ella me sonrió. Lo que me dio pie a continuar. Total, no perdía nada por intentarlo, lo único que podía hacer era ganar.

Con la palma de la mano, empecé a acariciarla entre los muslo, subiendo cada vez más, pero sin llegar a pasar de la ingle. Ella cerró los ojos, no se quejaba. Así que a la quinta caricia me introduje entre sus bragas y juguetee con sus rizos.

Pareció una señal, porque de inmediato ella alargo su mano hacia mi paquete y empezó a frotarlo por encima del pantalón. Ella me estaba incitando abiertamente a seguir. Y acepte. Y para que no quedaran dudas recorrí con un dedo la humedad de su sexo…Con suaves caricias hacia arriba y hacia abajo, deteniéndome a veces en su clítoris, la fui llevando al extremo.

En un momento dado, ella desabrocho mi pantalón, liberando mi pene. Y empezó a masturbarlo frenéticamente. Fue el gesto que yo necesitaba para introducir mis dedos en su calida abertura. Primero uno, luego dos. Cada vez más rápido y más profundo.

Ella se inclino y paso la lengua un par de veces por mi glande, mientras baja la camilla.

De un manotazo, me aparto la mano. Y con un gesto rápido, y apoyándose en las barandillas se coloco a horcajadas encima mía.
Primero empezamos a rozar nuestros sexos frenéticamente mientras nos besábamos. Pero poco a poco, me fui introduciendo en su cuerpo. Hasta que con un movimiento, ella lo introdujo hasta el fondo.

Así, con ella apoyada en las barandillas moviéndose de arriba abajo, mientras yo acariciaba su clítoris; fuimos llegando a un orgasmo salvaje, que crecía con el morbo de sabernos rodeados de gente.

Cuando el medico apareció por la abertura del cubículo, ella se esmeraba en limpiar el material quirúrgico, mientras yo leía la prensa...






1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola!!!

Soy una colega via fotolog de tu amiga "hatseptup"...

Y te tengo q decir q me encanta como escribes...

He leido todas las historias q encontre en tu blog y creo q son realmente buenas...

No dejes de escribirlas!!

Un saludin!!!